Sobre “On the rocks” de Sofia Coppola

Victoria Sosa Corrales
4 min readOct 26, 2020

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No hay que dejarse engañar por el título. Esta no es una película sobre una crisis de pareja. Más bien versa sobre la relación, a veces tierna, a veces áspera, entre un padre y su hija. En este caso, Félix y Laura, interpretados por Rashida Jones y el siempre genial Bill Murray.

La historia transcurre en Nueva York y tiene un aire a la obra del recientemente cancelado Woody Allen. La manera de retratar la ciudad, los diálogos y algunas salidas entre lo chistoso y lo absurdo lo evocan. Solo le falta el psicoanálisis que, de todos modos, subyace en el vínculo edípico de la protagonista con su padre.

Laura está casada con Dean, tienen dos hijas pequeñas y una excelente posición económica. Él es el CEO de una startup en ascenso y ella una escritora que tiene un contrato firmado para escribir un nuevo libro. El problema es que ella siente que no puede con todo: la superan las obligaciones diarias, la abruma la rutina, las hijas se han adueñado de su vida y las chances de encontrar un momento de intimidad en la pareja son nulas. Además, tiene la sospecha de que Dean le es infiel. Así es que Laura acude a su padre en busca de consejos y ayuda para develar esta incógnita. Juntos llevarán a cabo una seguidilla de encuentros y llamadas telefónicas bastante ridículos que dejarán al descubierto el espíritu infantil de Félix y los celos que todavía siente con respecto a esa hija que ha logrado hacer su vida y ya no depende de él ni lo idolatra como cuando era una nena.

Félix es un playboy, un galán que tiene mucho del Big de Sex and the city. Aparece mágicamente desde un auto conducido por un chofer para abrir la ventanilla, poner cara de nada y saludar a su hija con un hey, kiddo. Es el tipo de hombre que te lleva a un restaurante y te sorprende al deslizar una referencia romántica como “acá Bogart le propuso matrimonio a Lauren Bacall”. Es un mujeriego incurable que tiene la insoportable necesidad de llamar la atención de cada fémina con la que se cruza, sobre todo si es joven. Pero también posee la elegancia y el savoir-faire. El garbo, el swing y el charme. Es el epítome de un tipo de hombre condenado por un público femenino poco dispuesto a admitir que aquello que reprueba puede resultar tan irritante como seductor. Lo que nos deslumbra no siempre es lo que acabamos odiando; también es, muchas veces, lo que al final nos termina haciendo sufrir. Félix podría ser el espejo de la vejez en el que se mira Don Draper.

Machirulo, expresa ideas vetustas y les transfiere esta “sabiduría” a sus nietas, ante la mirada horrorizada de Laura, que lo corrige y les aclara a sus hijas que pueden llevar el cabello como prefieran porque, a diferencia de lo que dice el abuelo, el largo no es sinónimo de belleza y feminidad. Después de todo, son una familia progre que vota a Sanders, como bien lo indica un sticker en la puerta de la cocina.

Los mejores momentos de la película son los encuentros entre padre e hija en los que se dirimen algunas preguntas, claro que no las únicas, que históricamente le han quitado el sueño a tantas mujeres. ¿Cómo hacer para continuar siendo atractiva para un hombre? ¿Cuál es la clave del éxito de una pareja duradera, sobre todo después de haber tenido hijos? ¿Existen acaso los hombres monógamos? ¿Cómo hacer para no volverse aburrida? Con sus respuestas Félix solo logra irritar a su hija debido a su apego natural a teorías esencialistas e ideas que rozan el lugar común; aunque, hay que decirlo, no todas están tan fuera de lugar. En otros momentos, mira para atrás en su vida y no muestra arrepentimiento por los errores cometidos porque sí, ha valido la pena. Así lo indican su silencio y su rostro inexpresivo que lo dice todo, ante la mirada indignada y atónita de su hija. Y agrega “¿Por qué si una mujer tiene un affaire significa que encontró a alguien especial y si un hombre lo hace seguro se está cogiendo a su secretaria?”

Sofia Coppola demuestra total maestría para captar ciertos rasgos de época que están en el aire y resumirlos en las líneas de un personaje secundario. Es el caso de la mami del colegio con cartera Gucci, interpretada por Jenny Slate, que no puede cortarla con la autorreferencialidad y la necesidad de hablar sin parar del hombre casado con el que se acuesta (a quien seguro le demanda responsabilidad afectiva), y justifica todo con dos de las keywords favoritas de esa pseudofilosofía autoindulgente de estos tiempos que es el coaching: introspección y empatía.

Las cosas más lindas de la película están en los detalles. Hay todo un homenaje al legado familiar italiano de Coppola: los looks impecables de Bill Murray que recuerdan a grandes galanes como Alberto Sordi, Marcello Matroianni, Totò y Vittorio Gassman o la espera en el Alfa Romeo descapotable, que hace pensar en Il Sorpasso, mientras Félix y Laura comen canapés de caviar y escuchan una de las primeras canciones que grabó Mina.

On the rocks es una película que logra captar con sencillez y destreza, pero también con ternura y elegancia, la complejidad del vínculo entre padre e hija. Más de una vez y por mucho que nos irrite, la vida cae en los lugares más comunes. En los clichés más obvios.

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